VELAR UN SUEÑO
Camino. Una y otra vez vuelvo a preguntarme: ¿dónde estás?.
¿En qué vacío se extravió tu nombre?.
Estiro en vano mis brazos… No. No logro alcanzarte.
Y siento entonces que te vas otra vez… que estás más lejos.
¿Sabrás que te busco, sin cansarme, que hasta mi voz se
pierde en los compases que las agujas del reloj trazan firmemente a su paso? .
¡Es tan grande este abismo que se ensancha en la hondura de tu ausencia!. .
Nadie ni nada podrá reemplazarte.
Se enreda en mi corazón, como la hiedra en la pared, esta
profunda tristeza de no poder tenerte a mi lado, como antes…Entonces… empiezo a
velarte. Para que no te vayas.
Para que no te vayas, definitiva e irremediablemente, me
quedaré con la esperanza de alcanzarte.
Si es que por fin lo logro …¡quemaré en el olvido estas
palabras!. Haré un alto en el camino, y tu presencia será para mí esa posada
que da descanso al peregrino después de una intensa jornada… Y llevará tu
nombre…
Mas… si no volvemos a encontrarnos, si mis pasos empiezan a
transitar por pantanosos desiertos de arenas movedizas, y se van desengañando
ante ilusorios espejismos labrados con hilos del desencanto, sabré que te he
perdido… definitivamente.
Se inscribirá en el libro de mi historia esta página que,
posiblemente, nadie lea. Y, si alguna vez alguien lo hace, nunca sabrá que es a
vos a quien estoy nombrando … que es por vos … por quien estoy llorando…
Que nadie ose interrumpir
mi duelo. Estaré aquí, velando un sueño.
Velar un sueño es un hecho que, tal vez, por ser común ante
los ojos de los hombres, no resulta
menos doloroso. Es una experiencia universal, pero a la vez única e
intransferible, trascendental, para aquel que se atreve a aceptar el desafío de
despedir un sueño.
Y lo va haciendo lenta, pausadamente, como para hacer que
sea menos agudo y punzante ese dolor causado por la herida abierta por una daga
brillante y afilada, que se va
desprendiendo de a poco, como un enfermo condenado que se resiste a morir…
Déjame sola. Esta es mi ceremonia. Respeta este silencio
necesario.
¡Te doy las gracias!. Me encargaré de apagar todas las luces
cuando me vaya.
Yo, con mis propias manos, labraré la sepultura. Después de
todo, los sueños, aun los más grandes, no ocupan demasiado lugar en la tierra ;
tampoco en el corazón de los hombres…
Cavaré un pozo muy profundo. Tanto, que ni siquiera yo pueda
volver a alcanzarlo….
Dejaré un ramo de jazmines sobre la superficie, frescos,
perfumados.
Ocupará el sitio que tiene destinado el alma de todo hombre
para los sueños perdidos.
Todos tenemos en un rincón oculto de él nuestras cenizas,
nuestros muertos…
Pasará el tiempo. Y seguiré soñando…
Martina Pueyrredón
IBSN
REGISTRO DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL: RESERVADOS LOS DERECHOS.